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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Día 3

Fish River Canyon


Paseo por el cañón, chapoteo y waka - waka


A la hora acordada la noche anterior, hicimos por levantarnos aunque nuestro cuerpo no estuviera muy de acuerdo con esa idea.


Nos pusimos en marcha temprano en dirección al Fish River Canyon, el segundo cañón de río más grande del mundo, y mucho más espectacular e impresionante que el del Colorado. Los puntos de visión y miradores son más espaciosos y amplios, se puede ver mucho mejor el río (no como en el americano) y sobre todo están mucho menos masificados, lo que permite tomarse todo con mucha más calma y disfrutar el doble. Hay algunos miradores que son increíbles, sobre todo una especie de herradura, que se puede ver desde muchos cientos de

metros.


Jorge rellena los papeles de entrada al parque mientras el resto esperan y yo investigo un mapa del recinto...



Una de las grandes "herraduras" que ha hecho el río en el cañón...Quizás no tenga tanta altura como el del Colorado, pero es mucho mas accesible y sobre todo tranquilo para visitar..



El río lleva poco caudal en esta época del año. Desde donde nosotros estábamos hay varios cientos de metros hasta el cauce del Fish River.



Después de la ruta por los miradores, seguimos un poco más hacia el interior para comprobar si había mejores vistas o eran todas similares. Como la diferencia no era muy grande, nos desviamos y buscamos el cruce de pistas para llegar a las Hot-Springs, un lugar del que sabíamos realmente muy poco.


El camino hasta ese lugar, no es el más adecuado ni recomendable; es una pista de 70 km llena de piedras, baches y sobre todo mucho polvo. Tras casi hora y media de conducción “difícil”, llegamos al final del camino que viene siendo la entrada al recinto. Parece imposible, que después de tantos kilómetros y tierra deshabitada nos podamos encontrar con algo vivo allí.


Los peores momentos de la conducción siempre son cuando un vehículo circula justo delante...El polvo se hace insoportable y la visibilidad prácticamente nula...



Grandes rectas componen las pistas que atraviesan Namibia. El polvo que se levanta nos informa del número de vehículos que circulan a la vez que nosotros.




Una chica muy amable nos atendió, nos informó sobre datos, horarios y lo mejor: Todo Gratis.

Antes de nada decidimos comer algo consistente tras la mini-cena a base de un poco de pasta para 6 de la noche anterior. Pedimos de menú 2 zancos de pollo para cada uno, con patatas fritas y una Coca-Cola. Ni que decir tiene que la ensalada que acompañaba se quedó entera en el plato (aunque Fran seguía sin opinar lo mismo). Tras comer, nos pusimos el bañador y fuimos hacia la piscina de agua a 37ºC, eso fue lo que nos dijo la chica simpática, pero la cantidad de agua caliente que entraba en la piscina no era suficiente para tantos litros, porque estaba bastante fría.


No era el mejor sitio del mundo para bañarse, ya no por el agua, sino porque el fondo tenía unas machas negras que se levantaban al darle con los pies….


Después de compartir baño durante 1 hora con varias personas, e incluso unos chicos que también estaban alojados en el mismo camping que nosotros, decidimos probar la piscina interior; un tipo SPA a la africana, muy bonito y organizado pero con el agua en el mismo estado, o incluso peor que la piscina exterior. Otra vez Fran fue el único que se atrevió a entrar.


Imagen del pseudo-Spa interior que tenía el complejo. En la fotografía no se aprecia con exactitud el color verdoso del agua...



Para terminar la jornada, dimos un paseo hasta una presa cercana al recinto que es de donde extraen el agua para las piscinas. Nos subimos a ella; Jorge para grabar un poco y yo simplemente por pasar el rato. Una familia de monos bastante grande nos observaba desde la otra orilla del río, siguiendo nuestros movimientos con relajación pero a la vez cautela.


Volvimos al camping, paramos antes a comprar unas garrafas de agua (porque ya no teníamos nada) y unos troncos para poder hacer fuego y preparar la cena. Al no tener hornillo, el fuego es nuestra única solución.


No fue fácil hacer la cena, los troncos eran muy gordos y no prendían con facilidad, así que Jorge y yo nos adentramos en la oscuridad para recoger algunos palitos por los alrededores del camping y así por lo menos intentar darle forma a la fogata. Al final, conseguimos cocer el arroz y también poner completamente negra la cazuela, pero pudimos cenar, aunque fuera poco.


Una vez en el camping y antes de preparar la cena, subimos a un pequeño cerro que teníamos a nuestras espaldas para disfrutar un poco de las vistas, la imagen habla por si sóla: El recinto, el camping y después nada....


Preparando la cena a fuego lento. La cazuela nunca más recuperó su color exterior original...



Cuando ya estábamos durmiendo, unos ingleses algo pasados de copas, nos deleitaron durante un buen rato con una versión muy reducida del Waka-Waka; tanto que sólo gritaban waka-waka eh! eh! waka-waka eh! eh!.

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