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viernes, 15 de octubre de 2010

Dia 19


Maun – Kanzhi


Cambiando de planes en el Kalahari

Preparados para el maratón doble de kilómetros que nos esperaban en los dos próximos y definitivos días ya del viaje. Desmontamos por penúltima vez las tiendas en el camping de Maun y tomamos rumbo al famoso y desconocido Kalahari.


Llenamos los depósitos de gasolina de los Terios, y decididos a meternos entre pecho y espalda más de 600 kilómetros por una zona desconocida y de la que no teníamos ni un pequeño mapa, nos pusimos en marcha.


Uno de los pocos núcleos rurales que nos encontramos durante todo el día. Aprovechamos para echar gasolina y comprar algo de comer para el camino.


Al otro lado de la carretera, la gente se fabrica un hogar con lo que tiene más a mano...


Y los niños improvisan camisetas de sus jugadores de fútbol y luchadores favoritos....



Esta zona de Botswana, aunque tiene buenas carreteras, sigue estando muy despoblada, y durante mucho tiempo tan sólo nos acompañan, las decenas de vacas que pastan en los arcenes y que en ocasiones se lanzan a cruzar, obligándonos a frenar a veces de forma brusca. Hemos visto un par de accidentes por culpa de vacas, burros y otros animales domésticos.


La famosa carretera Trans-Kalahari y el desierto a ambos lados.



Con el paso de los días vamos aprendiendo tácticas para evitar tener que reducir la velocidad cada vez que vemos una manada o rebaño de animales en medio de la carretera. El día de la excursión en camión, nuestro conductor en ningún momento frenaba cuando ante él había varios ejemplares y simplemente tocaba varias veces seguidas la bocina sin apenas reducir la velocidad. En el instante en que el camión se encontraba a escasos dos metros, las vacas se apartaban corriendo.


Con esta técnica de despiste vamos actuando y nos hemos dado cuenta de que funciona bastante bien con los bovinos, perdiendo poco tiempo en frenar, esperar a que pasen con calma, etc, y volver a reanudar la marcha. El problema es que esta táctica no funciona nada bien con las cabras (que por desgracia son bastantes más en número) y no se apartan nunca. Hemos llegado a frenar el coche por completo y casi bajar del mismo para espantarlas y poder seguir.


Apenas unos minutos después de parar a desayunar en un arcén lleno de excrementos de elefante y búfalo, varios vehículos nos dan largas de manera seguida….a lo lejos vemos a un hombre en medio de la carretera, al que se le cae la gorra, y justo a su lado, un trípode!!!! es el primer radar con el que nos cruzamos en todo el viaje.


Cristian que era el que iba conduciendo, hizo un pequeño amago de parar, pero tanto David como yo le insistimos en que ni se le ocurriera aminorar la velocidad, así que pasamos los dos coches y justo al que venía detrás de nosotros, y que no tenía escapatoria, lo pararon.


Seguimos devorando kilómetros con la incertidumbre de donde nos encontraríamos la próxima gasolinera, y si tendría posibilidades de ofrecernos combustible. Al contrario de nuestra primera idea, la carretera está muy bien, podemos circular a una velocidad media de cien kilómetros por hora sin ningún problema, y si todo sigue según lo previsto, llegaremos a la frontera con Namibia a buena hora. Otra cosa será llegar de día al camping, cosa que vemos poco probable.


Nos encontramos a dos niños caminando por el arcén de la carretera. Paramos para darles unas camisetas y unos bolígrafos.



La carretera es totalmente recta, sin ninguna curva en varias horas, y tan sólo hay un cruce a mitad de la misma.

Giramos a la derecha para tomar la ruta que nos lleva hasta la frontera y la incertidumbre, pues sólo llevamos medio depósito de gasolina y en el mapa que tenemos (que es un mapa de Namibia) sólo nos indica pequeños pueblos.


Decidimos buscar un árbol que nos ofreciera algo de sombra y parar a comer. Degustamos un gran menú: Salchichas crudas con salsa de tomate, apenas pudimos calentar todo un poco...



Pasamos el primer poblado, pero no tenía gasolinera, así que seguimos circulando por la carretera solitaria y rodeada de vegetación baja. Siempre el mismo paisaje, si me durmiera durante un par de horas, no notaría la diferencia al despertarme.


Entre bromas y conversaciones llegamos a otro pueblo a más de treinta kilómetros del anterior, pero la gasolinera que nos encontramos, está tomada literalmente por un rebaño de cabras que viven a la sombra del tejado y que descansan con la tranquilidad de saber que nadie las va a molestar. Ante tal perspectiva, estamos convencidos de que la única gasolinera estará en la frontera y que nuestras posibilidades de llegar son bastante ajustadas….


Gasolinera fantasma....



Después de unos kilómetros más, el coche en el que van Jorge, Fran y Ana nos dan luces y paramos en el arcén. Improvisamos una reunión de emergencia para tratar el tema que todos teníamos en mente pero que nadie se atrevía a comentar: ¿Que hacemos conduciendo en dirección a Namibia para tan sólo dormir, si al día siguiente tenemos que hacer casi novecientos kilómetros para llegar a Sudáfrica?


El motivo de este alojamiento es (o más bien era) porque en un principio nuestro vuelo de vuelta hacia España iba a salir desde Windhoek, que es la capital de Namibia, y desde el camping está a poco más tres horas. Pero no tiene mucho sentido hacer 400 kilómetros de ida y otros tantos a la vuelta para tan sólo dormir, cuando además podemos ir hoy mismo recortándole distancia a la gran etapa de mañana….


Tomamos la decisión por unanimidad de dar media vuelta, llegar al cruce y seguir en dirección a Sudáfrica, esperando encontrar algún lugar donde pasar la noche, y en caso de no encontrarlo, montaríamos las tiendas en el arcén de la carretera. Como todavía eran las 14:00, aún podíamos hacer casi cuatrocientos kilómetros de la etapa del día siguiente.


De camino por la misma carretera, paramos en la gasolinera de las cabras para ver si por un casual había alguien dentro y nos llenaba los depósitos. Entramos en la zona de los surtidores y pudimos disfrutar de un momento interesante….todas las cabras escaparon corriendo, todas excepto una que acababa de parir hacía escasos dos o tres minutos. Su pequeña cría todavía estaba llena de líquido y la cabra tenía colgada la placenta. Como las cabras no nos iban a echar gasolina, dejamos a la nueva mamá tranquila y seguimos nuestra ruta con un nuevo punto de destino, un pueblo llamado Kanzhi, donde intentar pasar la noche.


El pobre cabritillo no entendía porque su madre no se acercaba ni respondía a su llamada.



Pasados los primeros instantes de miedo, y cuando nosotros ya nos íbamos, la cabra se acercó a su cría.




Después de la experiencia del parto de la cabra; una señal pequeña, vieja y algo rota, marcaba un pueblo con lo que parecía una gasolinera….como no teníamos nada que perder entramos y allí apareció un único surtidor, en un descampado y con una mujer vestida de forma estrafalaria sirviendo gasolina a una fila de vehículos bastante importante. Llenamos los depósitos e incluso nos entregó una factura…..no sabemos muy bien para que vale, pero ella la escribió y nos la ofreció. .


Un gran look para servir gasolina en el Kalahari, aparte de ser original, la mujer era bastante simpática.


A escasos metros de la gasolinera, un cartel mostraba un local de "comida rápida". Quizás dentro de unos años podamos ver algún Jay´s Fast Food en las grandes urbes europeas ....


Desde el cruce, tuvimos que cubrir una distancia de sobre 250 kilómetros para llegar hasta el pueblo de Kanzhi.


De camino dejamos una mancha negra en nuestro expediente, y es que por dos veces atropellamos a dos pájaros que se metieron en medio de la carretera cuando nosotros pasábamos. Al primero le dimos un golpe y salió despedido por el aire, pero el segundo no tuvo tanta suerte…. Se encontró entre nosotros y un camión que circulaba en sentido contrario, escogiendo la opción de nuestro vehículo…. como resultado, una nube de plumas y la defensa del coche fuera de su sitio.


El Sol se pone en el Kalahari. Llevamos muchos días, pero no nos cansamos de ver estos cielos rojos al atardecer...



Cuando llegamos al pueblo era ya prácticamente de noche, y en algo parecido a un área de servicio, una gasolinera tenía una especie de lodge con habitaciones. Preguntamos si había alguna zona de camping para pasar la noche. Nos ofrecieron acampar, pero por muy poco más tenían una habitación con cama para dos personas.


Sugerimos la posibilidad de dormir todos en la habitación aunque fuera en el suelo, y nos enseñaron el cuarto….que era el gimnasio!!!!, allí tenían una cama, y el cuarto continuo, era una terraza reconvertida a habitación (sin baño). Negociamos le precio con el dueño y por 600 pulas (60€) nos dejaron las dos “habitaciones” y nos pusieron dos colchones de la época de Livingstone en el suelo.


Dando un paseo por la zona común que tenían entre las habitaciones, encontramos una cama elástica encastrada en medio del césped. Durante casi una hora, estuvimos saltando, haciendo el tonto y quemando energías, hasta que en uno de los saltos aterricé fuera de la cama elástica, dejando el juego para el día siguiente.


No nos salió tan mal la opción de cambiar los planes a última hora: ahorramos muchos kilómetros innecesarios, echamos gasolina y encima encontramos un alojamiento donde dormir que es bueno, bonito y barato.


Para cenar patatillas, y de postre partida de cartas.


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