Páginas

martes, 19 de octubre de 2010

Dia 14

Kasane- Cataratas Victoria – Kasane

Zimbawe y los dientes de león.



Hoy es el gran día para David y Jorge; el primero porque es un sitio al que siempre ha querido venir, y el segundo porque cierra el círculo de visitas a Cataratas con las del Niágara e Iguazú.

Es el único día en el que tenemos reservado algo de antemano, y es que entrar en Zimbawe con el coche para ver las cataratas no compensa en absoluto. A primera hora, una persona nos estaba esperando en la puerta del camping para acercarnos hasta la frontera entre Botswana y Zimbawe, una vez pasado el puesto fronterizo, otra nos llevaría hasta las Cataratas y nos volvería a traer de vuelta.

La frontera de Zimbawe se parece mucho a lo que Jorge, David y yo estábamos acostumbrados a ver durante el Mongol Rally; un sitio sucio, viejo, mal cuidado y con policías con ganas de cobrar mucho y trabajar poco.

Este mono busca algo de comer entre la basura que se acumula en la frontera ....


Primero sellamos la salida de Botswana en el pasaporte, y después de pagar 30 dólares por el visado de un solo día, nos pusieron el sello de Zimbawe. Hemos calculado, y todavía nos faltan 9 sellos más en el pasaporte… a este ritmo, al volver a casa tenemos que pedir uno nuevo.

Este país, es mucho más pobre que cualquiera de los que hemos visto hasta ahora. Independientemente de la política que lleven a cabo, que también influye, o sus noticias internacionales, en ningún sitio de los que hemos estado hasta el momento hemos visto cosas como aquí…. La gente se agolpa a las puertas del autobús en la propia frontera, para ofrecer y vender cosas, primer síntoma de que algo no va bien.

El camino hasta la ciudad de Victoria Falls es una carretera sin más, rodeada de bosques y sin nada interesante que ver ni comentar. En la ciudad viven alrededor de unas sesenta mil personas, todas gracias a las cataratas y el turismo. Ya sea a través de empresas de viajes, como guías o lo más bajo, vendiendo tallas de madera y cerámica o cualquier cosa que se les ocurra en las calles.

Nada más llegar al aparcamiento del autobús, y mientras el guía nos conseguía unos chubasqueros, un grupo de siete u ocho hombres nos ofrecían animales de madera, tallas, figuras, etc. a cambio de dinero, comida o incluso nuestras propias prendas de ropa. Nos ha quedado muy claro que en este país todo es muy negociable.

Un par de banderas y una piedra tallada nos dan la bienvenida al parque de Victoria Falls


Entramos al parque con el guía, que a su vez es el conductor del autobús, y tras una brevísima explicación de apenas 3 segundos, comenzamos a andar hacia los diversos miradores que componen el parque. Tras el primero, donde poco se ve, una gran estatua nos daba la bienvenida al parque. Una figura de Sir David Livingstone, descubridor de las cataratas, explorador y todo un personaje a seguir…

Estatua del Dr.Livingsonte, levantada en conmemoración por el centenario del descubrimiento.


Las vistas desde los diferentes miradores son impresionantes; pero no tanto como el sonido del agua al caer al río, un sonido continuo y seguido que ruge y que a veces casi impide entender al que tienes a tu lado cuando habla. La lluvia constante que se produce con la caída del agua y el viento hacen que los chubasqueros sean imprescindibles en algunas zonas, porque el chaparrón que cae es intenso.

Nuestra primera visión de las Victoria nos impresionó, pero aún así no es nada comparado con el resto del parque.


Según se va acercando el mediodía, más gente aparece por los caminos del parque, aunque por normal general casi siempre nos vamos cruzando con los mismos grupos, porque cuando ellos llegan a un mirador, nosotros nos vamos y viceversa.

En la época del año que nosotros hemos visitado las Victoria, llevan poca agua. Durante la época de lluvias triplican el caudal.




Las cataratas son increíbles, pero si hay algún punto donde realmente fascina, es quizás la roca donde echándole un poco de valor y dejando atrás el miedo, uno se puede colgar (siempre bajo su propia responsabilidad) y ver como el río transcurre 110 metros más abajo. Este es el lugar donde todos quieren una foto y donde más gente se acumula a lo largo del día, llegando por momentos a tener más espectadores que el resto de los miradores juntos.

El río escondido en la falla que da forma a las Victoria. Sacar esta fotografía requirió mucho esfuerzo y cuidado....


La parte final de la visita se compone del puente que une Zimbawe con Zambia. Este es uno de los santuarios para los amantes del puenting y todos estos deportes elásticos. El cañón del río es enormemente alto y por sentir como se cae al vacío sobre las rocas (porque apenas lleva agua) mucha gente vuela desde otras partes del mundo.

Puente que une ambos países, al fondo se puede ver la caseta de la frontera.


Le preguntamos al guía el precio para montar en helicóptero y sobrevolar las cataratas, pero tras mucho negociar e intentar rebajarlo, tan sólo nos lo dejaba en 95 euros, más el precio de la entrada al parque por unos míseros quince minutos. La entrada al parque siempre hay que pagarla aparte, porque aunque el helicóptero las sobrevuele, tiene que pagar por entrar dentro de su espacio aéreo, en ese caso cada persona paga lo suyo, que vienen siendo sobre 10 euros más o menos.

De camino de vuelta al autobús, los hombres que permanecían en la verja seguían allí esperándonos para ofrecernos las tallas, figuras, etc. Según se iban cerrando las puertas, los precios iban bajando y sus gritos en aumento. Da un poco de pena y vergüenza a partes iguales, pero en el fondo, nos queda la duda, de saber si realmente lo necesitan o tan sólo es un negocio muy bien montado.

Le preguntamos al guía, donde podíamos parar en una tienda para comprar postales y algo de recuerdo de Zimbawe, y entramos en un lugar bastante caro y con algunos precios prohibitivos incluso si estuviéramos en España. Allí en la puerta, cometí el error de preguntarle a un chico cuanto costaban dos dientes de león que vendía engarzados a un colgante…. Su primera oferta fue de cien euros cada uno, como no tenía pensado ni siquiera comprar uno le dije que no me interesaba. El último precio que me dio, cuando yo ya estaba dentro de autobús, y el me gritaba desde fuera era de veinte euros por los dos dientes…

Así es la vida en Zimbawe, donde nadie tiene o no quiere utilizar la moneda de su país, porque apenas tiene valor, y donde la mitad de la población vive, o por lo menos lo intenta, a cuenta de los turistas que visitan las cataratas cada año.

Regresamos a Botswana y paramos otra vez en la misma pizzería de ayer a comer. A la hora que era, sobre las tres de la tarde, y sabiendo que estaban a punto de cerrar, a la chica le cambió el semblante cuando entramos los seis con las mochilas y los pies todos mojados dentro del establecimiento.

El resto del día nos lo pasamos tomando un poco el Sol mientras escribíamos en el diario, y bebiendo Coca-Cola en el bar de madera sobre el río. Lamentablemente tuvimos que abandonar nuestro lugar de descanso cuando el camarero terminó su turno de trabajo, cerró con candados las neveras y nos apagó las luces….

No hay comentarios:

Publicar un comentario