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jueves, 21 de octubre de 2010

Dia 11

Namutoni – Mahangu


Hipopótamo busca compañero de juegos nocturnos…..


Tras pasar una noche bastante fría, y donde el saco de dormir comprado en el supermercado Lidl no ha servido prácticamente para nada, desayunamos leche con galletas, tomamos la pastilla y dejamos atrás el camping con la intención de parar en la ciudad de Rundu, y posteriormente en Mahangu.


La carretera por la que circulamos, está asfaltada y no es muy mala por lo que la velocidad media de nuestros Terios aumenta, y llegamos a ir por algunos tramos casi a 120 km/h.


De camino a Rundu empezamos a ver los primeros poblados en los márgenes de la carretera, después de haber visto cientos, todavía me siguen impresionando....



Teníamos anotado para este día otra posible parada, esta vez en una ciudad llamada Sesfontein, y donde bastante cerca se encuentra el meteorito más grande caído sobre la tierra (y que se conserva claro). Gracias a nuestro mapa y la guía del Sur de África que se ha traído David, encontramos la ciudad, de la que hablan muy bien, y la carretera que nos lleva hasta la ubicación del meteorito.


Paramos en Sesfontein para conocerla un poco. Según dicen, es de las ciudades más bonitas de Namibia, así que queremos comprobarlo con nuestros propios ojos. Pero nada importante que destacar tiene; quizás el tráfico de vehículos y personas, unido a las casas y algunas viviendas de varias alturas que nos hacen creer por momentos que hemos vuelto a Europa. La ciudad está organizada igual que todas las que hemos visto hasta el momento: una calle principal, donde se concentran todas las tiendas y comercios, y alrededor de esta, las viviendas, que según se van alejando del centro, peor es su estado y conservación.


Una calle del centro con una tienda donde venden alimentos, recargan móviles e incluso dicen que revelan fotos; un espacio multiusos.



En las afueras de la ciudad, nos encontramos con un campo de fútbol y un grupo bastante numeroso jugando.



Mientras pensábamos si dar una vuelta por la ciudad andando o directamente íbamos a visitar el meteorito, se nos acercó un niño de unos 4 años, con un pequeño cesto de mimbre pidiendo dinero. Tenía varias monedas en el bolsillo y se las puse en el cesto, aparte de eso, volví hasta el coche y le regalé algunos muñecos pequeños que tenía para algún momento como este.


El niño al que regalé los muñecos, no sabía muy bien que hacer con ellos...quizás es porque no había visto antes ninguno...



En uno de los paseos que hicimos por las calles de la ciudad, nos encontramos con un cartel que indicaba el cementerio. Seguimos los carteles y llegamos a un descampado, detrás de algo parecido a un colegio, donde un grupo de lápidas y tumbas se agolpaban en un pequeño trozo de terreno. Su conservación no es muy buena y en muchos casos, las que pueden presumir de tener mármol, están rotas y caídas. Comprobamos también con tristeza, como la mayoría pertenecen a niños, algunas incluso de tan sólo algunos días de vida. La mortalidad infantil en esta región es muy alta….


( Sobran las explicaciones.....)



El meteorito está algo lejos de la ciudad, y tras dejar la carretera principal hay que circular unos 20 kilómetros por una pista hasta llegar al recinto. Como siempre en este país, una pareja se encarga de cobrar las entradas, administrar y cuidar el recinto, que a su vez es el lugar donde viven.


La imagen del meteorito es tal cual la había visto en fotos cuando buscamos información. En otras ocasiones las imágenes no son del todo claras o correctas, pero en este caso, cuando nos acercamos, era como si estuviera teniendo un deja-vu.




Según se explica en la entrada, el meteorito cayó en La Tierra hace unos 80.000 años más o menos. Está compuesto por varios metales, un 80 por ciento de hierro, y una parte pequeña de otros componentes. Tiene varias marcas y muescas que dejan ver los cortes que los visitantes le han hecho para llevarse algún pedazo de recuerdo….


Se puede ver como al meteorito le faltan algunos pedazos arrancados a golpe de martillo, menos mal que según calculan hay otros 3 metros enterrados debajo...




Dejamos atrás el meteorito y seguimos en dirección a Rundu, un camino, que sin saberlo iba a ser el más impresionante de todo el viaje…


En esta zona de Namibia (la parte norte) y por la carretera que lleva hasta Rundu y también a una de las fronteras con Angola, empezamos a ver pequeños pueblos muy cerca de la carretera y mucha gente haciendo sus labores cotidianas. Es también muy elevado, el número de personas que nos hacen señales para que detengamos el vehículo, gente con la palma de la mano abierta, pidiendo, niños saludando y muchas personas haciendo auto-stop.


Según nos vamos acercando más a Rundu y la frontera con Angola los poblados se hacen mucho más numerosos y con ello la cantidad de gente que recorre las carreteras.



Las casas están construidas con troncos de madera en su base o perímetro y tienen un tejado de paja que los cubre. Por norma general, los poblados, tienen una estructura de defensa en forma circular, bastante grande, y en el medio suelen estar varias viviendas. El resto se encuentran repartidas por el terreno contiguo, y cercano al centro del pueblo.


Imagen de un poblado muy próximo a la carretera. Son tan numerosos los que están habitados como los que se encuentran abandonados y apenas quedan casas en pie..



Una tienda, o algo similar. Se aprovecha cualquier residuo para construir un espacio que proteja del sol y las lluvias.



Otro poblado, con un colegio muy cerca. Los colegios son los únicos edificios construídos con bloques o ladrillos.



En algunos casos, y en los pueblos donde hay bastantes animales, han fabricado un cercado con forma circular alrededor de un árbol, allí dentro meten el ganado por las noches; durante el día lo aprovechan también para que el propio árbol ofrezca sombra a los animales.


Durante nuestro trayecto, nos encontramos con decenas de poblados, con gente en los arcenes de la pista. Otras personas están sentadas en troncos de madera, retales de coches desguazados o incluso alguna silla de plástico (el que tiene la suerte de poseer una). Pero lo que más me llamó la atención fueron los niños……. Estos niños, que en muchos casos no llegan ni a los 5 años, recorren con otra persona no mucho mayor, kilómetros y kilómetros para poder llenar una garrafa de 5 litros con un agua de color marrón oscuro o un color oxido, que después utilizaran para beber o lavarse.


Paramos en un poblado bastante grade para repartir unas camisetas y hablar con sus habitantes. Todos pertenecen a la misma familia, y según nos contaron, tienen sobre unos cien niños !!!!



La abuela del poblado con uno de los pequeños. Esta mujer rondará los 40 años solamente....


Unos niños se acercan con miedo pero a la vez con curiosidad para ver que les traemos y que queremos.



Todos estos niños nos saludan con la mano y una sonrisa de oreja a oreja; algunos extienden la palma de la mano o incluso se llevan la mano a la barriga en señal de que tienen hambre…


Llegamos a una zona de la carretera completamente recta durante muchos kilómetros, donde cientos de niños de diferentes edades llenaban los arcenes desde nuestra posición hasta donde nuestra vista no nos mostraba nada más que sombras borrosas. Varios minutos después, encontramos la razón de tanta gente en el camino; un colegio.


Patio central del colegio. Los edificios son viejos y están poco cuidados.



Algunos niños ( y otros no tanto) se acercan a la valla del colegio para llamar nuestra atención y pedirnos lápices y bolígrafos.




Fran, Ana y Jorge entraron en el centro a preguntar si podíamos visitarlo. Según se iban adentrando en el patio del colegio (una enorme extensión de terreno de tierra) varias decenas de niños de todas las edades les perseguían y rodeaban, gritando, pidiéndoles lápices y tocándolos…


Casi todos los alumnos del colegio se concentran alrededor de un agujero que utilizan de basurero y de donde sale un olor bastante insoportable, a la vez que muchísimas moscas...




Entramos todos a ver las instalaciones del colegio y la verdad es que nos sorprendieron para bien. A pesar de sus escasos recursos, tienen todo muy organizado y dentro de un orden. Unas grandes cartulinas decoran todas las paredes con frases y letras en inglés, a la vez que un texto con la oración del Padrenuestro indican claramente cuales son los principios fundamentales y la idea general del mismo.


Una profesora nos hace de guía, y nos informa de que actualmente están con los exámenes finales para después dar vacaciones durante tan sólo 2 semanas, y volver con las clases los primeros días del mes de Septiembre. También nos comenta que en ese colegio hay aproximadamente unos 500 alumnos, que vienen de una distancia de entre 5 y 10 kilómetros a la redonda. Para este grupo de niños, solamente son 15 profesoras….


Imágenes de las dos aulas que nos mostraron durante la visita. Si lo comparamos con el aspecto exterior del centro están muy bien.




Abandonamos el colegio, dejándole a la profesora una buena bolsa de lápices, pinturas, bolígrafos, etc, para que los administrara de la mejor manera posible entre el alumnado.


Es curioso, y me gustaría saber, como estos niños que viven en poblados sin apenas recursos; tienen todos el uniforme del colegio (pantalón, camisa, zapatos) y en la mayoría de los casos en un buen estado de conservación. Quizás se lo ofrezca el colegio financiado por el gobierno, porque resulta un poco extraño imaginar que un padre le pueda pagar a su hijo la ropa escolar, cuando apenas tienen para comprar algo de comer ni beber…


Hasta que llegamos a Rundu, a cada poco nos íbamos encontrando más poblados con sus habitantes y un colegio para cada pequeña comunidad, eso sí, cuanto más al norte nos dirigíamos, más pobres eran los recursos e instalaciones.


La entrada a la ciudad de Rundu, nos invita a ser cautos y utilizar todas las precauciones posibles para evitar cualquier tipo de sorpresa no esperada. Las zonas externas a la ciudad son mucho más que pobres, con casas de chapa medio caídas, coches viejos que casi ni se mantienen en pie, gente casi desnuda, etc, etc .


Paramos a repostar en la primera gasolinera que encontramos y da la impresión de que somos los únicos blancos en muchos kilómetros a la redonda. A nuestro lado, una furgoneta con más de veinte personas en la parte trasera, lo que vienen siendo cuarenta ojos todos mirándonos fijamente, hace que un escalofrío me pase de los pies a la cabeza en menos de un segundo…


El hombre de la gasolinera no sabía casi contar, y después de anotarse en la mano el importe de los dos coches, le preguntó a un compañero cuanto era lo que tenía que cobrarnos….Nos indicó el camino al centro de la ciudad y con las puertas de los Terios cerradas desde dentro, buscamos un banco para poder cambiar algo de dinero.


Una céntrica calle de Rundu, donde la gente hace negocios entre ellos mientras esperan algún autobús, carro de burros o algo que los lleve hasta su casa o poblado cercano.



La calle principal de la ciudad es como todas, pero con mucho más movimiento de gente. Decenas de tiendas, comercios de todo tipo e incluso un centro comercial (a lo africano claro) nos encontramos a escasos metros de los dos bancos donde pudimos cambiar dinero. El tráfico es muy denso y se aprecia otro nivel de vida muy superior a lo que hemos dejado atrás apenas unas horas antes.


Los bancos tienen 2 guardias de seguridad, uno dentro y otro fuera. En el interior de las oficinas, concretamente la zona donde se realizan operaciones bancarias (las cajas), están acristaladas y tienen su propio guardia de seguridad interior también.


Mientras unos cambiábamos dinero, otros vigilaban los coches y el resto (Jorge y Cristian) buscaban una tienda de deportes y un lugar con buen aspecto para comer algo. Después de cambiar el dinero, y comer pollo frito en un restaurante de comida rápida Namibia, seguimos las indicaciones que un español les dio a Jorge y Cristian para ver la puesta de Sol sobre el río Okavango.


Puesta de Sol sobre el río Okavango....



Para finalizar nuestra estancia en Rundu, entramos en uno de los barrios de la ciudad, donde la gente vive en casas de barro y adobe, con las calles de tierra y donde la mayoría de la gente camina descalza. Aunque mucha gente nos sonríe y saluda, a otra buena parte de la población no le hace gracia ver a 6 blancos en dos coches cotilleando delante de sus casas, y nos lo hacen saber con caras series y palabras que no entendemos.


Una mujer delante de su tienda en una de las calles más pobladas de Rundu.




El final del intenso día, terminaba en el camping donde teníamos la reserva de una noche. Durante las horas en las que tuvimos luz solar, pudimos seguir viendo la cantidad de poblados, animales sueltos y gente a ambos lados de la carretera. Pero en cuanto la noche se nos echó encima, y empezamos a circular por la estrecha franja de Caprivi, (donde Namibia está entre Angola y Botswana), decenas de pequeñas hogueras iluminaban las zonas boscosas y delataban donde se encuentran las casas y poblados.


Llegamos a nuestro camping bastante tarde para las costumbres locales (cerca de las nueve), y al contrario que los días pasados, nadie nos esperaba e incluso parecía que ya no contaban con nosotros.


El hombre de recepción tuvo que llamar por teléfono para preguntar por nuestra reserva y tras confirmarla varias veces, otra persona nos guió hasta la zona que nos habían asignado para montar la tiendas. La sensación de que no contaban con nosotros, fue confirmada cuando nos ubicaron en la última esquina del recinto, sin toma de luz, ni agua corriente y con los servicios a 3 minutos atravesando una zona de árboles….tampoco está tan mal !!!!


La humedad y la cantidad de mosquitos que tenemos (por primera vez en todo el viaje), nos indicaban que el río Okavango debería estar bastante cerca. Después de montar las tiendas y escuchar unos sonidos un tanto extraños, encontramos un cartel de precaución, clavado en un árbol, que avisaba de hipopótamos sueltos por la noche….. Así que vamos a dormir entre estos grandes animales, pensamos….


Tras cenar y dar una vuelta por el camping, en la cual nos perdimos y tardamos un buen rato en llegar a las tiendas, nos acostamos y el ruido de los hipopótamos empezó a sonar cada vez más y más cerca, con lo que suponemos que el río no puede estar muy lejos de nuestra situación.


El pánico y el miedo de Cristian y Ana a dormir en las tiendas se le pasó tan rápido como el sueño hizo acto de presencia…

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