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domingo, 24 de octubre de 2010

Dia 9

Pueblo Himba – Okakuejo (Etosha)


De Himbas a elefantes pasando por el baño….


La pereza invita a quedarse en la cama cuando el despertador suena, y es que tras varios días haciendo noche en la tienda, el cuerpo se acostumbra rápido a lo bueno. Como viene siendo habitual, nos levantamos con el amanecer, sobre las 6:00. Tras ducharnos y volver a organizar la maleta (algo rutinario ya) nos acercamos a

desayunar al mismo sitio donde la noche anterior nos pegamos el festín de carnes salvajes.


Como es el cumpleaños de Ana, le hemos preparado una “mini fiesta” sorpresa con tres globos, dos velas sujetas a una naranja y unas flores que nos ha traído la chica que prepara los desayunos. Tras cantarle el cumpleaños feliz, darle un par de regalos y una postal con dedicatorias, nos metimos de lleno en el tema que más nos importaba, el desayuno…Leche, zumo de naranja, tostadas y mermelada.


Ana se ha acostumbrado a celebrar sus cumpleaños lejos de casa. El año pasado en Usa y este en Namibia...



Volvimos a las habitaciones para recoger todo lo que nos quedaba y guardar la ropa que lavamos el día anterior en el lavabo y que estaba secándose. Yo ese trabajo no tuve que hacerlo porque lo que voy usando (camisetas, pantalones) lo voy regalando, así que espero volver casi sin nada el último día, y bueno, si tengo que volver sucio tampoco me va a pasar mucho.


Entramos en el pueblo Himba acompañados por la chica que nos estaba esperando la noche anterior. El pueblo está justo detrás de nuestro alojamiento. La primera recomendación que nos han dado es que no les regalemos nada y mucho menos dinero, porque se lo gastan todo en alcohol.


El poblado está tan cerca que los Himbas pasan por delante de nuestra habitación cuando van a buscar agua...



El poblado no es muy grande, pero está bien organizado, tiene una zona en el centro del mismo, hecha con troncos y maleza, que es donde guardan a los animales por la noche para evitar ataques inesperados y pérdidas de reses. Justo enfrente a este “corral” se encuentra la cabaña del jefe de la tribu, que en el momento de visitar el poblado, se encuentra de viaje.


Vista general del poblado. En el centro el cercado que utilizan para guardar sus animales por la noche.



Durante el día, los únicos residentes en el pueblo son las mujeres con sus hijos pequeños y las chicas adolescentes. El único hombre joven que nos encontramos, es un chico de unos 13 o 14 años que tiene retraso mental, y al que los hombres no se lo llevan con el ganado ni a las tareas que realizan.


Una madre descansa delante de su casa mientras sus dos hijos juegan distraídos



Son bastante amables y cordiales, aunque no hablan inglés y es difícil entenderse con ellas, hacen por comprender lo que les dices incluso hablándote en su idioma.


Durante bastante rato pudimos ver como una mujer casada (se diferencian por el peinado, entre otras cosas) le estaba haciendo algo así como unas trenzas y echándole ceniza en el pelo, a una chica soltera que estaba tumbada en el suelo. A su lado, dos niños pequeños nos miraban con extrañeza sin importarle mucho que las moscas se pasearan por sus caras….


Sesión de peluquería a base de ceniza, barro y trenzas.



Dos pequeños Himbas...



Tras un rato contemplando el ritual del peinado, nos desplazamos a la otra parte del poblado, donde un grupo de mujeres estaban sentadas en el suelo sin hacer nada aparente, simplemente pasando la mañana. Porque como nos contaron después, a las Himbas les cuesta mucho ponerse a funcionar por las mañanas, de ahí que las primeras horas se las toman con mucha calma, y el resto del día se lo pasan en el pueblo haciendo pequeñas cosas, mientras los hombres y niños cuidan del ganado o van a comprar cosas necesarias a los pueblos cercanos


Otra parte del poblado. En esta imagen se puede ver a una chica joven en el lado derecho..



Una joven Himba y su pequeño.



A pesar de seguir viviendo con sus tradiciones de hace cientos de años, no renuncian a las modernidades según les interese, de ahí que colgado de un árbol podamos ver un teléfono móvil…. Lo que no tenemos muy claro es dónde le cargarán la batería, quizás utilicen algún tipo de cargador solar.


Peinado de una mujer Himba casada. Algo parecido a unas trenzas recubiertas de barro, tan sólo queda al aire la parte final del pelo.



Como viene siendo habitual durante todo nuestro viaje, en cuestión de segundos aparecieron como de la nada una docena de niños y chicas, que de forma insistente nos pedían una foto, para poder verse retratados después en la pantalla de la cámara.


Jorge le enseña a unos jóvenes Himbas la grabación donde estos salen hablando y saludando.



Los niños son siempre los más simpáticos y mientras uno repetía una y otra vez la operación de llenar un pequeño bote de colonia en un depósito de agua y beber, otro buscaba piedras para meterlas en una botella y agitarla haciendo ruido. El trofeo al más simpático se lo llevó un niño de apenas dos o tres años, que tras enseñarle Cristian una mini coreografía de la canción de Shakira, recorría el pueblo con las manos en alto y cantando Waka – Waka eh, eh !!!


Las dos figuras del poblado, por un lado el niño con su cacharro de agua, y del otro, nuestro tranquilo amigo de las piedras y su botella.



Estuvimos bastante tiempo con los Himbas, pero finalmente los dejamos en el poblado haciendo sus cosas, y volviendo a sus quehaceres diarios.


Volvimos a hacer el camino de vuelta hasta la ciudad de Kamanjab, para cambiar dinero (o por lo menos intentarlo) y hacer los poco más de 200 kilómetros que nos separaban hasta la entrada del parque de Etosha.


Como en Kamanjab no tienen banco ni cajero, seguimos en camino, buscando el siguiente pueblo o ciudad en nuestra ruta.


Centro de Kamanjab, con un taller de reparación de neumáticos y algo parecido a unos servicios públicos...



En la mitad de ese camino fue donde realmente comenzó mi tortura…. En el coche me acompañaban Jorge y David, y mientras hablábamos de cine, series, etc de forma tranquila; mis tripas se empezaron a mover de forma peligrosa, muy peligrosa….Así que para cuando llegamos a la ciudad (bastante grande por cierto), los peores augurios se confirmaron, y algo me había sentado realmente mal. En las siguientes 2 o 3 horas me pasé más tiempo en el servicio que en cualquier otro sitio. Y mientras el resto del grupo comía, yo me conecté a Internet a duras penas, para dar noticias sobre nuestro paradero y también sobre mi estado de salud. Mi preocupación aumentaba a la par que los dolores y pinchazos que sentía, que eran cada vez más frecuentes….


Teniendo en cuenta, que nos quedaban todavía 110 km para llegar a la entrada del parque, y que los próximos dos días, no podríamos bajar del coche absolutamente para nada, mi futuro en Etosha no era nada halagüeño.


Durante el camino hasta el parque, no tenía muy claro si mi salud iba a mejor o a peor. Me consolaba saber que las enfermedades graves estomacales casi todas presentan cuadros de fiebre, y yo de eso carecía, por lo tanto esperaba estar mejor en unas horas. Mientras tanto, me iba intentando distraer con los rebaños de Springboks que a ambos lados de la carretera pastaban de manera tranquila y relajada.


Llegamos al parque, cubrimos y pagamos el registro de entrada, y ante la puesta de Sol inminente, dejamos las cosas y los coches en nuestra parcela para ir rápido hasta el mirador de la charca donde los animales se acercan a beber.


Cartel de entrada al parque de Etosha



Las estampas e imágenes que allí se pueden ver son impresionantes. Una manada de jirafas y otra de elefantes se acercan desde el horizonte paso a paso y todos en fila hasta la charca, que se encuentra a unos escasos veinte metros de nosotros, o quizás menos…. El silencio es sepulcral, y tan sólo lo rompen los cientos de disparadores de las cámaras de fotos con las que la gente intenta inmortalizar una escena única.


Nuestros primeros grandes animales: Una manada de Jirafas y varios elefantes se acercan a la charca a beber...




Personalmente, creo que es una de esos momentos que se te quedan grabados en la memoria para toda la vida; el cielo completamente rojo, con el Sol poniéndose en el horizonte y delante de éste, una manada de elefantes caminando en fila india y levantando el polvo del camino mientras se dirigen a la charca…..


Puesta de Sol desde la charca...



Estuvimos admirando a los elefantes y las jirafas durante casi una hora. Después de eso, volvimos a nuestra parcela para montar las tiendas, ducharnos y organizar la cena. Mi cuerpo se encontraba algo mejor ya, pero aún así me sentía muy cansado.


Mientras el resto se dedicaban a guardar las fotos de los días anteriores en el portátil, Jorge y yo volvimos al mirador de la charca, allí la familia de elefantes se había ampliado, y si digo que por lo menos había unos 35 igual son pocos. Cada uno hacía su juego: unos se bañaban y tiraban agua, otros simplemente se tiraban polvo encima y el resto bebían litros y litros de agua sin parar….


Como el silencio en el mirador es inmaculado, podemos escuchar con total claridad el ruido que hacen estos animales al recoger el agua con la trompa, y como suena a hueco cuando se lo meten en la boca y les cae en el estómago. Por darle un parecido, es algo así como si con una manguera de bomberos metiéramos 200 litros de golpe en un depósito totalmente vacío….


A última hora la manada de Elefantes tomó la zona en gran número y tuvimos la suerte de poder disfrutarlos durante bastante tiempo.



Volvimos al camping para preparar la cena. Yo tomé un poco de arroz en blanco y un vaso de agua de cocer el arroz para acompañar. Tras la cena, y como estaba muy cansado me metí en la tienda para intentar dormir y dejé todo preparado por si tenía que hacer una salida nocturna de emergencia al baño. El resto volvió al mirador para intentar ver desde algo más cerca unos rinocerontes tímidos que se mantenían a bastante distancia del agua.



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